Acerca de Facundo Marull

SEMBLANZA DE FACUNDO MARULL


Periodista, autor de novelas y cuentos, pero sobre todo un poeta, Facundo Marull nació en 1915 en Carcarañá. Aunque vivió largos años de juventud en Rosario, su errabunda existencia lo condujo a una transmigración continua por Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro y México. La obra del poeta -acaso el más talentoso de los que dio nuestra ciudad- corre una suerte similar a la del hombre.

En 1941 da a conocer Ciudad en sábado, libro de poemas escritos entre 1936 y 1939, con ilustraciones de Leónidas Gambartes, publicado por la A.I.A.P.E. (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores). Con esta obra, Marull da a la literatura rosarina la primera forma de vanguardismo “ortodoxo”, hasta entonces desconocida. Como podemos deducir del título, la ciudad es el escenario principal. Con él se identifica el emisor lírico, proyectando sobre los paisajes su interioridad misma, lo que le permite definir en el poema un estado anímico determinado, que ya no podemos disociar de las imágenes, los espacios urbanos y personajes que se nos presentan. Todos estos elementos se amalgaman en el yo poético, expresando una simultaneidad caótica y elíptica –uno de los rasgos del vanguardismo-, condensada en una especie de “visión caleidoscópica” que encuentra sus orígenes en los versos de Apollinaire, por ejemplo.

En suma, el paisaje nunca se muestra como neutro. Por eso Marull titula sus poemas de esta manera: “Plaza Pringles sin María Luisa”, “Panorama del Paraná sin perfil de sueño”, o “Rosario Norte y su vejez de medias caídas”.

En la obra de Marull no hay pintoresquismo ni “color local”. En cambio, de ella se desprende una visión descarnada de la existencia urbana. El ambiente “reo” es abordado con crudeza, sin concesiones. En “Panorama…”, leemos: “Río, con madrugadas / con muertos en la borrachera / con escupidas y gritos y miedo y desventura”. En “La ruta del hambre”:

Esta es la calle de los encontrados en desgracia
informes por bajo la mesa y mujeres acostadas sin quitarse las medias.
Cariacontecidos asesinando los días
esperan futuros astrológicos y gente de velorios.


Pasados los años, más precisamente en 1977, Marull glosaría algunos de sus poemas, los cuales reflejan ya, a ese tiempo, una Rosario irrecuperable. En “Plaza Pringles sin María Luisa”, Marull comenta: “Yo amaba mis ocios y detestaba las preocupaciones y la gente formal desaprobaba mi presencia y las muchachas bonitas poco contaban conmigo y los pintores y escritores me eran hostiles porque en los almacenes que olían a corcho con vino debían pagar el vino consumido (…)”.

En 1966 publica, en Montevideo, Las grandes palabras, volumen de poemas en prosa y cuentos breves, entre los cuales se halla el poema “Triste”, casi una elegía de su amada Rosario. En él, dice un Marull desgarrador: “Ya no recuerdo en qué lugar dejé mi alma para descansar de ella, pero debe estar en Rosario, al abrigo de mis tonterías. Ya no recuerdo mis poemas, ya no recuerdo mis penas.”

Entre sus obras inéditas, se encuentran las novelas Todas las salidas cerradas y El montacargas, los libros de cuentos Los barbudos y otras historias horribles, Los muchachos de antes, Las mujeres tiran a matar  y Tres cuentos policiales, más el poemario Sólidos.

Como aquella de muchos escritores rosarinos, la obra de Facundo Marull permaneció en el más injusto olvido durante mucho tiempo. Recién en 2009, el Diario La Capital reeditó Ciudad en sábado, saldando una antigua deuda. Y en 2010 nació la revista Facundo, que levanta como estandarte la reivindicación de la producción literaria de Rosario y quiere ser, al mismo tiempo, un homenaje a aquel poeta de espesos bigotes.  




POEMAS DE FACUNDO MARULL




PLAZA PRINGLES SIN MARÍA LUISA


Le abriré un nicho entre mis recuerdos y será delicioso
quererla puesto que parece no haber existido.
Benjamin Jarnes


Lagarto. Alojo la siesta durmiéndose prohibida
y el sol me ataja en todas direcciones para decirme
lagarto.
Cambian las calles, en cualquier tarde cabe un lechero,
almacenes sin nadie,
pájaros vesánicos posibles estampillas viajantes;
retorno de aquel setiembre pintado de rosa.
Criatura como un patio con ropa lavada
en tu corteza mi nombre y también tu nombre.
Rogándome, yéndome hacia dónde por tu silencio
con un cortaplumas
descubridor asolado todo quedó en tus manos.
Yo te hice partir, tú andabas por las miradas de los muchachos
sin embargo, de fatiga, llevábamos las manos apretadas.
Tenías un remanso antes de la última vez
mi barco de cartulina girando tu naufragio.
Bajo tu piel llovían peces me he quedado sin peces:
ya estoy enfermo de tanto beberte
pero también te amaba de otra manera.
Propietario de mi soledad mirándote sin comprender escucho.
Dónde habrá tu ternura un poco más
pero tu modo de leer la correspondencia yo me tiro de cabeza.
Soy como  un hombre inventado para desaparecer a tiempo
donde tú sueltas los hilos títeres de una despedida
y donde el naufragio abandonado en un pocillo de café.
Sin fatiga alguna la tarde pura se iba a otra parte
como un marido que abruma las explicaciones.
Hacia aquel lado, mirando por el agujero de la i,
Se ve en cueros la gimnasia del drama
Y si algún día llego a morir, como sucede, (*)
Te dejo mis promesas y todas las anochecidas tiernas
Que habíamos entre manos.
Porque yo no escribo la historia de mis amores;
sólo me pongo en manos de las señoritas en viaje.




(*) “Y habrá un infeliz que llore y otro infeliz que traiga flores”. Vicente Huidobro.


( de Ciudad en Sábado, 1941)





PANORAMA DEL PARANÁ SIN PERFIL DE SUEÑO


Bárbaro perfil de mi provincia; -surco y verde fin
en los resortes de las mieses-
tremenda agua para el hombre
a la tierra de la sombra por esta barranca desde tu viaje:
aquí hacemos la ciudad.
Hundiendo las manos sin tiempo, fervor en contra
a toda amargura las semanas entregadas;
por tu borde un habitante alegre no corre a saludarte,
lomo de perro que duerme,
donde estabas al alba de cada haber nacido.

Paraná hermano,
abierto camino entre pueblos y horizontes altamente asomados,
lento al ceibo, al barro, a las cosas descerebradas
definitivamente de fiesta.
Todo inclinado preguntando caminante desesperado
a colocarte almanaques,
sólo medio muerto como los tapiales rosa,
del árbol, al sol de la tarde donde un cajón de alivio:
te miramos
tragando una pregunta cansada del viaje contra la vida,
indecisos abdicantes por esas calles al alcance difícil
de nuestra concavidad incurable.
Así, ni cristal ni tiempo, enorme limpio,
resistido al cielo usual de las culpas colaboradas,
no adoptado nuestro día de la tregua desde la baranda
sobre el lejos vértigo recorrido en sí mismo por completo,
alejado de paz en sábado.
Pero poco importa en verdad, río, río siempre
por el aéreo silencio de banderas, peces, linternas
y desperdicios no recobrados;
agua de andar por las leguas
en una vasta espuma de mala fama contraída,
menos durmiente por el color ocasionado
donde un asombrado peligro ronda sin hablar
perteneciendo a la oscura ciencia de la mañana;
rumbo furioso en el cual pecho de pájaro debajo el cemento
y cinco millones de insectos divertidos.

Río, con madrugadas,
con muertos en la borrachera,
con escupidas y gritos y miedo y desventura
y pedazos de fotografías alucinadas, río.
Río grande, cuanto una vaca en la otra mitad de una agonía;
río, no estás en la muerte como un hermano perdido.
Salvaje amante de mi amante la lluvia
bajando por el tallo de los tréboles
y el engrudo podrido de los affiches;
torrentón primitivo por el pecho sin blancura de la pampa,
lleno de cojudos al asalto del alba
rompiendo, arrastrando sin sosiego
en la ruta donde te he visto buscar por los rincones;
pero río y sólo río pasando quieto frente a la casa del hombre,
allí detenido,
como un niño que mira el cielo igualmente azul
de las ciudades asesinadas.

Hermano Paraná, hermano hermano.






AUTORRETRATO CON PÁJAROS

-La bendición, Tata.
-Que el señor te haga
   un pillo, m’hijo.


Aquí los espero a todos, que me traigan muerto
como si hablásemos de un amor lejano, no comprendido.
Soy un muchacho de cuatro años buscándose
pero descomponedor de mi brújula quería echarlo todo a rodar.
Me encontré en un zaguán con luna por las baldosas,
patios pampas habiendo cedrones y bolsas de carbón,
todavía mi madre como una pollera al otoño.
Aventurándome descubridor de casas con escaleras
y techerío gris y laborioso naciendo en los horizontes
haciéndome vacilar impreciso.
Soy un andador de la flora junto a cualquier tranvía
y vehículos
el asiento del tren siempre mi abuela y el canasto.
Andar entre los demás
los crecidos acorralándome consejos para cuando seas viejo
pero yo me desprendo como un higo
y te agrego señor aquello que se puede cuando no hay niñas presentes.
Acorralado por los dedos de los mercaderes
Aquí traigo aquellos ojos míos la más enorme fiesta;
yo los tiraba por las calles pero no se quedaron con la gente.
Y no tengo vacías las manos.
Yo me paseo por el Municipio.


(de Ciudad en sábado, 1941.)







ROSARIO NORTE Y SU VEJEZ DE MEDIAS CAÍDAS


Apartados pájaros, pájaros que no existen ahora,
burlaron las letras sonámbulas de los anuncios en los techos
siquiera como expresas estrangulaciones apresuradas.
Carteles ventanas en el cielo temblando un horizonte aterrado,
hacia los ojos sin domingo de changadores enmohecidos
y mateos a orillas de paredes largamente orinadas
donde la vigilia sin sobresaltos como un pescador opaco y sordo.
Veo llenarse de dolor a un lustrabotas casi caído buscador de un ritmo;
de cepillo a cepillo apunta lúgubre color de estrella.
Luego se va;
entre su esputo y la piedra existe una cachetada de amor.
Vendrá el viento sin huesos puede barrer los taxis
en orden de fusilamiento todo continúa un instante;
también las horas suenan con piedad en el hueco de la mano:
rogad por mi alma batida a los alambres del tranvía,
tranvía que sale al mundo con un destino más, dentro del número.
Venida a menos, desde lejos, aquí estás vidriera
tal vez vacilo tu procedencia como una lágrima viene del recuerdo.
Por eso oculto tu caligrafía precio sin equilibrio
en mi corazón parque transparente a orillas de un camino cerrado:
camisas parecidas al fruto fugaz,
navajas señaleras apuntándome exactas,
papel de rosas, rosas visitadas en sus alambres por el sol,
camisetas sucesivas como decir estoy molesto,
un ojo cachado del maniquí de cartón,
como el dolor de no tener espalda,
sombreros de paja me acuerdo de mi tío,
zapatos de charol equilibristas de hace veinte años,
perfumes verdes, rojos, amarillos perfumes casi habitados.
Y muñecos de celuloide, huidos abandonadores
de un país de maravillas sin jabones rosas
ni espejos muchas veces absortos con marcos de hojalata.
Todo está perdido dentro del judío sin contar las noches
que vengan, después hay ritos de chorizos asados
y en la picardía de los pibes aparecen madrugadas.
A veces, claro, hay altillos pero en otra distancia
nadie pensó las suicidas victroleras,
la sospecha saliendo seca del bolsillo de repente,
como aquel te espero, Natacha, mi tango es éste
habrá extranjeros delirantes tú querías cantar sin duda.

A media noche, un portero habitual te echará a la hora caliente
en tu oído es una canción con ojos y puertas
y te tuerce el alma y están encorvadas sonrisas esperadoras.
Pero vuelan las polleras; son todas noticias del último tren.
Nadie te dijo dónde estuve;
tengo el vientre que tú necesitas.